Cité par El Mundo

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samedi 22 décembre 2012

Mon article sur la guerre des vins a été repris par le site espagnol El Mundo, qui me cite abondamment.

Merci à eux.

Article à lire ici.

¿Globalización ? Sí, pero con terruño

Hace un lustro, ’Le goût et le pouvoir’, un libro del periodista y sumiller norteamericano Jonathan Nossiter -luego traducido al inglés como ’Liquid memory’-, provocó amplia polémica en el mundillo del vino al desarrollar ampliamente la tesis ya anunciada en su anterior película, ’Mondovino’ : una cábala internacional de corte entre mafioso y masónico se ha adueñado de la industria y el sector del vino en todo el mundo, con el influyente Robert Parker como martillo pilón, erradicando todo lo tradicional y lo natural para imponer en todas partes un estilo industrial, manipulado, pesado e ’internacional’ que se obtenía en verdaderas factorías de vino controladas por el poder. Pues bien, un libro francés recién publicado, ’La guerre des vins’(Ed. Flammarion, París, 2012), de Aymeric Mantoux y Benoist Simmat, viene a dejar las conclusiones de Nossiter en bastante mal lugar.

El libro del estadounidense no tuvo el mismo impacto que la, de por sí, polémica película porque cansó a muchos críticos y lectores con sus dosis de autobombo, de ’psicojerga’ poco inteligible y de ’vendettas’ personales contra sus enemigos, reales o percibidos como tales. Entre otros, varios españoles : el enólogo y viticultor Telmo Rodríguez y los periodistas José Peñín y Víctor de la Serna, considerados todos ellos como los epígonos ibéricos de Parker. Fue De la Serna, presentado a lo largo de varias páginas como un maleante ligado a la extrema derecha católica, el peor parado.

Aquel libro había casi caído en el olvido, pero la información de la que hacen acopio –esta sí, sin vendettas ni historias de conspiración- Mantoux y Simmat es tan profundamente discrepante de aquella visión apocalíptica que no hay más remedio que recordarlo.

Como analiza el crítico Jean-Baptiste Noé en el sitio de internet Contrepoints.org, lo que está sucediendo es más bien lo contrario : en cuanto avanza el conocimiento del vino crece la diversidad de gustos y se buscan nuevas cosas ; triunfan muchos franceses –Francia ha redorado sin la menor duda en los últimos años su blasón vitivinícola, decaído hace dos decenios-, pero no sólo un Michel Rolland, tan identificado con Parker, sino un Stéphane Derenoncourt, o los viticultores borgoñones... La uniformidad se ha ido al garete.

Lo apasionante de los últimos años es que el resto del mundo, al ganar prosperidad, se vuelve hacia Europa y quiere vivir de forma más europea : no son los europeos los que se ponen todos a beber sake, son los japoneses los que se ponen todos a beber vino. Y no ese vino caricaturesco que Nossiter denunciaba.

Escribe Noé : "La globalización acerca hombres, culturas, formas de vida. En un sentido, uniformiza. Para también se crean distinciones importantes. Los nuevos países del vino intentan primero llegar a un estilo internacional, para demostrar su buen nivel. Luego, en un segundo momento, quieren desarrollar el gusto local para demostrar su excelencia. Se trata, por tanto, de hacer vinos de terruño. Ya no sirve aquella distinción entre vinos de terruño y vinos de marca, entre viejo y nuevo mundo. En todas partes es el vino de terruño el que triunfa. No el terruño como sinónimo de pedruscos, que es una invención de los agricultores para hacer subir el precio de sus tierras, sino el terruño como sinónimo de cultura, que combina la búsqueda de las mejores parcelas, la historia del lugar y el trabajo de los hombres. La globalización contribuye, por tanto, a reafirmar las identidades, a promoverlas, a reforzarlas. La globalización, lejos de uniformizar a los hombres, es la gran llama que reaviva las identidades de los pueblos".

Y Francia sale con mucha ventaja en ese entorno, dicen los autores. Con razón.

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